Mario Equicola
Poco se conoce de los verdaderos orígenes de este autor. Según Santoro, su principal biógrafo, fue hijo ilegítimo de Giampaolo Cantelmo, lo cual explicaría los estrechos lazos que lo unieron a esta familia durante toda su vida.
A temprana edad se trasladó a Nápoles para emprender estudios de derecho que nunca llegó a concluir. Gracias a la experiencia partenopea entró en contacto con la Accademia Pontaniana, a la que le debe el nombre con el que ha pasado a la posteridad, tomado en honor a los equícolas, antiguos pobladores de su zona natal.
Tras el periodo napolitano, el autor debió transcurrir algún tiempo en Roma y en Florencia, donde profundizaría su formación. Se sabe, no obstante, que, en 1494, durante la ofensiva de Carlos VIII de Anjou para recuperar el reino de Nápoles, Equicola estuvo al servicio de los Cantelmo y que, tras la muerte de Fernando Cantelmo (acaecida en la batalla de Diano, en diciembre de 1497), se refugió en Ferrara.
Al período ferrarés se remontan sus primeras obras, el De religione libellus y la Oratio dicta Papiae, esta última de 1498. En 1499, en Milán, pronunció ante el cardenal Ippolito de Este una oración De passione domini, que se publicó ese mismo año.
La última obra de este primer período –en la que se centra, precisamente, nuestro estudio– es un breve opúsculo del título De mulieribus (1501). La tesis que Equicola defiende en esta obra, de la que solo hemos localizado un ejemplar en la Biblioteca Vaticana, es que las mujeres son, por su propia naturaleza, iguales a los hombres, de modo que cualquier tipo de desigualdad o de marginación es execrable.